El sabor del fuego
¿A qué puede saber el fuego?
Al aire caliente,
al olor de tu cuerpo,
a la tierra que tizna
a todos los olores que traga
o a nada.
Huele a hojas secas,
a ramita muerta que se queja.
Es un azul que acompaña en lo oscuro
mientras esperamos la luna.
Y para la piel es invisible
aún cuando la calienta y quema.
Recomposición de
“Dadme una cinta para atar el tiempo”
Blas de Otero.
La palabra que te encuentre
Con palabras se piensa el mundo
y se dibujan los barcos, las aves
huesos, niños, tardes,
un cometa enredado en los árboles.
Las palabras son ligeras. Tienen sangre
que llevan sus ríos a todas partes:
diluidas palabras que se pierden.
Denme tinta para cuajar el rumbo.
Una palabra que caiga, que pese, que acierte
la palabra que te encuentre.
Trazar un hilo vagabundo
que llegue a tu almohada a tocarte.
Fiesta en casa
En la fiesta de anoche
sufría el abstemio sofá,
cantaba una lámpara ahogada,
bailaban paredes en la sombra.
Y en la esquina de la mesa borracha,
solo y desnudo
un vaso
con prurito de olvido.
Disuelto en niebla, ausencia
De “Donde habite el olvido”
Luis Cernuda.
Disuelto en niebla
Los momentos terribles,
las huidas urgentes,
la rabia, sus desbordes,
dolor de una tortuga que se esconde.
Cien asfixias con culpas,
el miedo, huracanes,
los gritos por las dudas,
la silla vacía que aún se mece.
Todo, con raíces de hormigón negras
aferrado a tus sienes.
Las horas mandarinas con soles,
bajadas libres en bicicleta,
complicidades,
música, risas,
genialidades.
El deseo explorándome el talle,
ternura congénita, caricias,
certezas pocas,
constelaciones,
aciertos, brisas.
Todo, disuelto en niebla
como si fuesen hojas y no historias
de un libro ajeno que tú ya no escribes.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
De “Ausencia”
Jorge Luis Borges
En qué hondonada
En qué pliegue de nuestra cama.
En cuál habitación secreta
sin llaves, esquinas o puertas.
En qué calle fantasma.
En cuál ciudad perdida.
En qué país fuera del mapa.
En qué rincón de un profundo continente.
En qué hondonada.
En qué hondo nada
esconderé mi alma
para no ver tu ausencia.
“Lo que no te mata, te hace más fuerte”
Refrán popular.
Aforismo
Si no mata y no hace más fuerte
te clava, te cose sobre tus huellas
y te sorbe las intenciones.
Hay pasados como bombas:
te dejan sordo al mundo exterior,
nublan tus ojos en adelante,
te dejan parir sueños deformes
y cuando despiertas ya no tienes a nadie.
El que inventó el amable aforismo
no sabia, no pudo saber
que a veces
cuando te vive y te hace más débil
es que aún no ha dejado de matarte.
Aguantar
Aguantar los dientes, las lenguas, las muecas,
las cejas, el gesto.
Aguantar el ruido, la ira, las burlas,
el barro, la mierda.
Aguantar todo hasta que un día revientas.
Hasta que salgan colibríes por la boca,
ramas por los dedos, lluvia en las orejas.
Hasta hacerte árbol sordo que sobrevive
rodeado de ciudad enferma.
Recuerdo el vértigo
Era de noche, a lo mejor
tal vez llovía.
De mi cintura a la espalda, tus manos
enredaderas escalofrío.
Aliento buscando mi cuello,
apresada sin torpeza.
No era un tango, a lo mejor.
No sé si huía.
Perdido el paso del tiempo
perdiendo peso del cuerpo.
Girando sin gravedad.
Recuerdo el vértigo.
Recuperar tu rostro
Ahora recupera el mundo.
Regresan las llaves perdidas,
el teléfono en la mesita,
las paredes, el suelo, tu rostro.
Ahora, que ya es de día.
Mentira
El espejo incisivo sospecha
que se me ha caído algo del rostro.
Todo en su sitio, dice mi boca.
Entonces me encaran las pupilas
con tu ausencia instalada en mis ojos.
Última estación
Como trozos de corteza reseca
que recojo en mis paseos cotidianos.
Como recuerdos anquilosados
que retardan su llegada a mis pupilas.
Cansado de celebrar nuevos entierros
de ir cada día buscando sol solo
en estos tiempos que no me pertenecen
en esta ciudad en que ya no encajo.
Zapatos de baile
No me sirve que sea llana
de piel mármol
sin arrugas, sin achaques.
No me sirve que sea fácil,
simple, diluida.
La quiero ajada, desgastada,
con tajos, risas, boquetes.
Densa de amarillo sol
y lluvia de largas tardes.
Salpicada de esperanza azul
de amigos y testigos verdes
de amores buenos e imposibles
de inviernos insoportables.
Así quiero la vida.
Como zapatos viejos
cansados de baile y viaje
que mueren casi sin piel
pero con los cordones atados.